El consumo excesivo de alcohol puede aumentar el riesgo de desarrollar diabetes al producir una inflamación crónica del páncreas (pancreatitis crónica), con lesión permanente y deterioro de su capacidad para segregar insulina (entre otras funciones), produciendo una diabetes secundaria.
Los pacientes diabéticos pueden tomar bebidas alcohólicas, pero con moderación. El consumo moderado de alcohol se define como 1-2 consumiciones diarias en varones y 1 en mujeres, correspondiendo una consumición a un vaso de vino de 150 mL, una cerveza de 330 mL o una copa de 40 mL de licor de 40º de alcohol. Consumos superiores pueden producir toxicidad en múltiples aparatos y sistemas del organismo.
Además, hay que tener en cuenta que las calorías que proporciona el alcohol (7 kcal/g) se acumulan directamente en forma de grasa y que, aunque su consumo sea moderado, hacerlo puede elevar los triglicéridos en sangre y producir hipoglucemias en ayunas.
Algunos estudios han sugerido que el consumo moderado podría tener efectos beneficiosos en la reducción del riesgo cardiovascular, si forma parte de los hábitos del paciente y no hay otra contraindicación, puede permitirse, sin recomendarse de forma activa.