Generalmente los pacientes con diabetes no necesitan utilizar calzado especial. Las recomendaciones generales sobre el calzado más adecuado para la población general son las siguientes: los zapatos deben ser cómodos, de piel, anchos (sin apretar ni quedar flojos), con poco tacón (3-5 cm, evitar tacón de punta fina), cerrados por detrás, con suela de goma gruesa con cámara de aire/gel y sin costuras; los zapatos deportivos con suela de goma; es recomendable cambiar de zapatos al menos dos veces por semana; utilizar los zapatos nuevos de forma progresiva y revisar diariamente los zapatos con la mano en busca de aristas, costuras, pliegues o cuerpos extraños.
Únicamente aquellas personas que presenten deformidades en el pie u otras complicaciones como el síndrome de pie diabético (vasculopatía y/o neuropatía) pueden precisar calzado especial de ortopedia con algún tipo de prótesis o plantilla de descarga, incluso calzado a medida para pacientes con amputaciones. Este tipo de zapato deberá tener un ancho especial, fabricarse en piel de vaquetilla (fina) y carecer de costuras interiores, la suela de goma con cámara de aire y cordones para quedar sujeto al pie.